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Técnicas de Reproducción Asistida | |
Mercados - Dignidades
http://www.monicapuga.com/mercados.htm Carolina Puga[1] Barcelona, Junio de 2006 El problema de la semillita ¿De dónde vienen los niños?. La pregunta que poco a poco estaba comenzando a ser de más fácil respuesta para los padres, vuelve a complicarse. Los niños pueden venir de la unión sexual de mamá y papá,de su unión no sexual (o sea, de sus óvulos y espermatozoides unidos en una inseminación artificial o fecundación in vitro), de mamá y un donante de semen, de papá y una donante de óvulos, de dos donantes y el vientre de mamá, de dos donantes y una tercera mujer que nos prestó su útero… Las nuevas y no tan nuevas pautas en reproducción irrumpen hoy en nuestra sociedad con una fuerza que responde no solo al avance de la ciencia sino también a los problemas demográficos[2]. Están socialmente aceptadas, legalmente legitimadas y forman parte de las prestaciones otorgadas por muchos sistemas sanitarios públicos. La manera vertiginosa en la que se han incrementado los procedimientos y las posibilidades (no solo para quienes desean ser padres sino también para quienes pueden plantearse una donación), así como también las decisiones a tomar a nivel político, jurídico y económico hacen de la revisión constante de sus términos una tarea no solo necesaria sino permanentemente urgente. Los problemas y planteos de estas nuevas opciones exceden ya lo meramente jurídico o médico y reclaman el compromiso de otros sectores. Casi como en un estallido, el antiguo cuento de la semillita se ha descompuesto en una multiplicidad de diferentes relatos cuyos protagonistas no son ya dos o tres. Madres y padres sociales, donantes, madres subrogadas, médicos, científicos, el Estado, la justicia y, no lo olvidemos, niños y niñas por nacer configuran un escenario complejo con múltiples posibilidades de abordaje. Este artículo intentará brindar algunos elementos y líneas que permitan un análisis serio y crítico que, creemos, no debe hacerse esperar. Mercantilización de la reproducción humana y medicina del deseo Los procesos de procreación mediante reproducción asistida tienen dos principales diferencias con la procreación mediante la unión sexual de un hombre y una mujer: la primera es que dicha reproducción es no-sexual. La ciencia y la medicina hacen realidad de este modo la fantasía omnipotente que hasta hace poco quedaba relegada a la mitología o a la literatura: la de la concepción sin relación sexual. Pero lejos de desaparecer, el sexo ha crecido en importancia (o al menos mantiene la que tenía). Ha estallado en miles de partículas y está en todas partes: está en la tv, está en las revistas, es la palabra más buscada en internet, está contemplado en la sanidad pública, tiene rubros específicos en los periódicos y zonas en las ciudades… La función social del sexo aparece cada vez más desligada de su función reproductora llegando esta disociación que tan favorable fue años atrás a sus límites. La segunda diferencia es que, con la reproducción artificial, la procreación deja de ser cosa de dos, y para llevar a cabo los procesos que la conforman surge la necesidad de un tercero. La sociedad, este tercero nominal que engloba múltiples actores, puede posicionarse de diferentes maneras frente a la imposibilidad de procrear de un hombre, una mujer o una pareja y a su demanda de intervención. En ella se tejen complejas redes de poder que permiten proteger más o menos, a unos o a otros. Aparecen los personajes fuertes y los vulnerables, y el intento de análisis crítico de cada uno de ellos nos permitirá seguramente acercarnos con más claridad al problema. En el año 2000, el Consejo de Europa anunció en su Convenio de Bioética que el cuerpo humano y sus partes, como tales, no deberán ser objetos de lucro. Hoy, las clínicas de reproducción asistida se multiplican a ritmo acelerado no solo en Europa sino en el resto del globo. ¿Qué es lo que ha pasado a diferencia de hace unos pocos años para que esto suceda? ¿son más los hombres y mujeres infértiles?. Sin duda, la demanda de los servicios que brindan estas clínicas también ha crecido pero no podemos adjudicar esto directamente a uncrecimiento de la infertilidad. Tampoco podemos adjudicarlo al avance de la ciencia en estos temas que, aunque también vertiginoso, es bastante anterior. Por alguna razón, cada vez son más los lugares que están dispuestos a ofrecer (y las personas dispuestas a demandar) procedimientos que hasta el día de hoy son poco sencillos, inseguros y muchas veces traumáticos para quienes a ellos se someten. Las sumas de dinero que movilizan estos procedimientos no son nada desdeñables. Los tratamientos de reproducción asistida son largos y costosos (cada tratamiento puede llegar a los 9.000 euros, necesitándose en general más de uno[3]),tanto desde el punto de vista de los profesionales de la salud que trabajan en elloscomo desde el punto de vista de los insumos y maquinarias que se necesitan. Por último, el lenguaje, eterno delator, nos cuenta que el semen se guarda en “bancos” y que los embriones son “productos”. Estos factores (y otros que enunciaré más adelante)parecerían indicar que asistimos a una mercantilización de la reproducción humana[4]. No se trata de buscar culpables ni de crear fantasmas sino, muy por el contrario, de llamar a los profesionales y no profesionales que en ello trabajan (sin duda motivados por las mejores intenciones) a una reflexión profunda,crítica, seria y humanizan acerca del propio lugar en el proceso y del proceso mismo. La salud es objeto de lucro y, dentro de este contexto,la salud reproductiva y sus diferentes campos, pueden serlo también. Donación de semen, donación de ovocitos, inseminación artificial, fertilización in vitro, maternidad subrogada y un largo etcétera. Es imposible negar que a cada uno de estos conceptos corresponde un valor en metálico, independientemente de la justificación de ese valor (por el tratamiento, “por la molestia de”, etc.). Se trata, entonces, de desenmascarar. De nombrar para liberar. Solo una vez asumida la faceta mercantil de los procesos de reproducción asistida y reconocido un papel al intercambio en lo que en definitiva es la concepción de un nuevo ser podremos hacer un examen crítico y a conciencia de los temas que rondan el hecho. ¿Y por qué urge asumir esta mercantilización de la reproducción humana?. Primeramente, porque el lugar de los procesos económicos en los tratamientos de reproducción asistida no es un lugar menor, de modo que si vamos a hablar de éstos, debemos hablar de todos sus componentes y facetas. Segundo y principal, porque, en nuestras sociedades, si las condiciones están dadas y dejamos que así suceda, cualquier tipo de procedimiento puede tomar por sí solo la lógica de la rentabilidad económica. O sea, que solo asumiendo esta realidad innegable y posicionándonos frente a ella podremos, si es que así lo deseamos, intentar que la mano que mueve los procedimientos de reproducción asistida sea una diferente a la mano que mueve el mercado. Asistimos hoy, por un lado, a la magnificación una genética y una medicina que parecería que todo lo pueden y, por otro, a su canalización más absoluta, a su manoseo, su manipulación y, como venimos diciendo, mercantilización. La crisis de ciertos valores ha llevado a subvertir el sentido de la obligación médica de curar y proteger la vida en favor de la satisfacción de los deseos individuales o de los determinados por factores del orden económico. La medicina del deseo, al servicio de la voluntad más individual, con una ética también individualista, la escindida de su rol social y muchas veces negadora del lugar que ocupan muchos de los actores del proceso (los donantes, los niños) es la medicina dispuesta a todo o casi todo para satisfacer ese deseo. Es la medicina de las partes y no de la globalidad. La medicina del deseo no es, sin lugar a duda, la medicina de la subjetividad. Aún tratando de satisfacer un deseo individual, este tipo de práctica no tiene en cuenta ni la historia personal de quienes demandan tratamiento ni atiende a las causas y razones por fuera de las fronteras físicas. Tanto ésta medicina del deseo como la mercantilización de la reproducción humana antes dicha (cuyo desglose es con fines meramente analíticos, dado que en la realidad ambos fenómenos aparecen interrelacionados) convierten a la práctica médica en una práctica objetualizante y ubican a la mujer y su cuerpo (más allá de que nominalmente ésta sea quien demanda la intervención) en un lugar especialmente vulnerable. Se impone para algunos de esta manera, un trabajo humanizante tanto en la ciencia como en la medicina que deberá estar basado en lineamientos bioéticos que pongan por delante de todo la dignidad humana. Tanto la individual y la social, como la más global de la que pocas veces hablamos: nuestra dignidad como especie. Sobre los donantes Todos los procedimientos para una reproducción asistida pueden hacerse de forma heterónima, es decir con un gameto de la parte demandante de tratamiento (sea de la misma mujer o de su pareja) y otro de un donante. Por tener un fin reproductor, la donación de óvulos y esperma cobra un estatus diferente a otro tipo de donaciones. Es uno de los temas más controvertidos a tratar por la bioética dado que sus consecuencias no solo son perdurables en el tiempo sino también… humanas. ¿Qué hay detrás de la donación de gametos sexuales? ¿qué rol social cumplen los donantes? ¿cuán informado es el consentimiento? ¿qué se pretende con su anonimato?. La cuestión del donante es central si queremos llegar a fondo del tema de la reproducción asistida. Al contrario de lo que sucede con la mercantilización de la reproducción humana, el tema de los donantes y todo lo que lo rodea no está tan finamente enmascarado, es decir, que podemos encontrar en él aristas y grietas que nos permitan llegar a conocer y reconocer, a develar, ciertos aspectos en su profundidad. El trasfondo moral de la donación Para comenzar a delinear una función social del donante deberíamos pensar: ¿por qué se reclaman sus gametos?. Sus gametos se reclaman o bien porque los de una pareja no pueden llegar a buen término (casos de esterilidad de una o ambas partes o de incompatibilidad inmunológica entre el esperma y las secreciones vaginales) o bien porque tal pareja no existe (caso de la madre sin pareja o con pareja de igual sexo). Como sea, y si intentamos posicionarnos en un lugar mínimamente despojado de la moral de nuestro tiempo (tarea mas que difícil pero vale el intento), en la muchos casos, el embrión fruto de una parte demandante y un donante puede llegar a término sin la intervención médica. Esto es, por ejemplo, que al hijo fruto de una inseminación artificial del óvulo de una mujer fértil y el semen de un donante puede llegarse mediante una simple relación sexual (frecuente solución a la infertilidad masculina en algunas sociedades primitivas). Las representaciones acerca de la sexualidad y lo que éstas determinan socialmente exceden los fines de este análisis. Solo diremos que, desde cierto punto de vista, algunos procedimientos de reproducción asistida parecerían obedecer a las lógicas patriarcales de siempre. Y es bajo estas lógicas que se crea toda una amplísima red en la cual el centro no es nada menos que la intervención del cuerpo femenino. Como ya dijimos, los tratamientos pueden ser dolorosos y estresantes, además de no exitosos en la mayoría de los casos. Una vez dado el consentimiento, que cabría preguntarse cuan informado es, la mujer pierde en absoluto el control sobre el propio cuerpo y la nueva opción puede, desde cierta óptica, convertirse en nueva forma de opresión. De esta manera, la función del donante no solo estaría signada por el hecho de poseer algo que los demás necesitan (sus óvulos o espermatozoides) sino que el mismo hecho de donar (y no de entregar ese algo de otra forma, como la relación sexual) tendría un fondo moral. La donación como hecho altruista Si miramos del otro lado, encontramos otra pregunta de bastante más difícil respuesta: ¿De qué tiene voluntad el o la donante? ¿Qué deseo cumple al donar?. “Cumple un deseo altruista”, diría el pensamiento en base al cual están diseñadas las políticas y leyes respecto al tema. “Cumple el deseo del gesto solidario de ‘regalar’ algo que le ‘sobra’ para que quienes no pueden tengan la posibilidad de ser padres”. En marzo de 1999 un anuncio publicado en las universidades más prestigiosas de Estados Unidos ofrecía 50.000 dólares (actualmente en España la paga oscila los 700 euros) a la joven que, respondiendo a ciertas características, estuviera dispuesta a donar sus óvulos. Fueron 200 las universitarias que se presentaron ante Darlene y Thomas Pinkerton, los abogados de quienes procedía la oferta hecha en nombre de clientes sin identificar. No nos aporta mucho esta noticia en sí sino comparándola con un hecho anterior: cinco meses antes (en octubre de 1998) se había colocado el mismo anuncio sin mencionar la compensación material… seis fueron aquella vez las altruistas[5]. El argumento de la donación como gesto solidario es, entonces, la primera grieta que encontramos a la hora de hablar de donantes. Si comparamos este hecho con, por ejemplo, la donación de un riñón, podemos ver que esta última también es considerada un hecho solidario. El procedimiento para extraer un riñón de donante es bastante más complicado que el utilizado para obtener un óvulo, por no hablar del esperma. Sin embargo, la donación de riñones no es remunerada bajo ningún tipo de concepto. También está bastante claro que, en general, el acto altruista de donar un riñón previo a la muerte clínica suele estar atravesado por lazos afectivos con el receptor y no se pide otra cosa. Si comparamos ahora con la donación de sangre, de extracción mucho más simple, podemos observar que, aunque los casos de necesidad de sangre suelen tener una gravedad y una urgencia que los de semen u óvulos no tienen, tampoco se paga por ella nada. No caben dudas de que, a los fines de curar, nuestra sociedad necesita más urgentemente y más (numéricamente) donantes de órganos o sangre que donantes de gametos sexuales. Entonces… ¿por qué se ofrece dinero a cambio de los segundos y no de los primeros? ¿por qué se considera una “molestia” que hay que remunerar a la donación de semen y no a la de sangre, si supuestamente ambos son actos igualmente altruistas? ¿donarían las jóvenes sus óvulos a cambio de nada cuando lo que está en juego es la intervención del propio cuerpo?. Seis universitarias estadounidenses sí… ¿sería suficiente con ellas para llevar adelante una clínica de reproducción asistida?... La donación de gametos sexuales como acto puramente altruista “hace agua” por donde se la mire. La verdad es que los donantes reciben un dinero jamás pensado en otro tipo de donaciones… e infinitamente menor al que pagan los demandantes. Es el médico o la clínica quien media entre esta oferta y demanda en la cual los gametos sexuales parecerían ser materia prima indispensable para llegar al “producto”- embrión. Ante toda esta evidencia, sin embargo, tanto la medicina como el derecho siguen aludiendo a la donación como gesto solidario. Y es que si aceptamos como mínimo la duda de una posible motivación económica en el donante, deberíamos también asumir a este personaje como actor vulnerable dentro del proceso. Sobre el anonimato El color de los ojos, el peso, enfermedades infantiles, profesión, historia familiar… todo se puede saber acerca de un donante de gametos sexuales… todo menos su nombre. La cuestión del anonimato de los donantes es quizás la grieta más oscura de todas a la hora de hablar de reproducción asistida. Más allá de lo que nos convoca, el secreto respecto de un tema (sea cual fuere), ya no en el nivel de lo personal/individual sino en el de lo institucional, es asunto delicado. Si bien los secretos institucionales existen y existieron siempre; en general, no suelen estar incorporados al sistema de normas de la institución. De esta manera, podemos decir en primer lugar que el secreto respecto de la identidad del donante de gametos sexuales aparece: 1. Como secreto institucionalizado, o sea, anclado en las mismas normas y reglas de la sociedad y no en voluntades individuales. 2. Como secreto legitimado: aceptado como conforme a las leyes y a la justicia, percibido como lícito y genuino. ¿Qué hay detrás de este secreto? Su legitimidad y obligatoriedad nos sugieren una vital importancia… ¿Por qué? ¿Para quién? ¿Qué es tan apremiante para que el secreto exceda la esfera individual (los padres que no quieren contarle al niño) y se transforme en norma?. Posicionándonos del lado de la familia (esto es, de los padres demandantes de tratamiento y del niño nacido), no hay motivo para pensar en la necesidad de anonimato. El secreto (o no) acerca del origen de un niño siempre ha pertenecido a la esfera privada (pensemos por ejemplo en hijos adoptados, hijos de un padre/madre diferente al que los cría a los que se decide no revelarles la verdad) y no hay motivo para que deje de pertenecer a este ámbito. Desde la óptica del donante, algunos argumentan que éste no tiene intención de procrear… ¿Podemos pensar entonces que el anonimato exime de la efectiva procreación biológica?. Por supuesto que no. Sí puede eximir de las consecuencias o responsabilidades que este hecho pueda tener en un futuro. El anonimato, desde la óptica del donante, es un recurso negador, infantilizante, desresponsabilizador. La pregunta ahora es qué pasaría si la donación no fuera anónima… ¿Asumirían todos los donantes la responsabilidad de que en unos años aparezcan personas queriendo conocer a sus padres biológicos?. Siguiendo la línea del apartado anterior, podemos pensar que si la donación es un acto altruista, el donante estaría orgulloso de haber ayudado a padres infértiles a procrear… ¿por qué habría entonces de ocultarse?. La verdad es que develar la identidad del donante llevaría al mismo lugar que no remunerar la donación: a la disminución de donantes… a la pérdida de “materia prima”. Además, este anonimato tiene una pretensión: déjalo y olvídate. Nadie sabrá que lo has hecho ni tú sabrás qué ha pasado. El donante debe ser invisible. Ciertamente, no podemos pensar que el secreto consentido libra de la dimensión ética propia de cada persona: la realidad es que los jóvenes donantes sí se convierten en padres biológicos. De cada sociedad dependerá la carga que le ponga a la existencia de descendencia genética de un donante… pero no la descendencia en sí. Los niños fruto de donantes están, existen. Se sepa o no el nombre de quienes donan. La pregunta es ahora si es posible lograr o no esta pretensión negadora. Es muy difícil pensar que en nuestras sociedades, en las cuales los hijos ocupan un papel fundamental en los proyectos, las aspiraciones, los mandatos sociales, etc. el hecho de tener una descendencia genética ocupe un lugar rezagado. La donante de óvulos y el donante de semen quedan así expuestos a fantasías que podrían tener desagradables consecuencias psíquicas: no solo las fantasías de multipaternidad o multimaternidad y las relacionadas con posibles embriones de uno esperando nacer sino, y por sobre todo, las fantasías que se rondan un tabu de tanta carga en casi todas las culturas como es el del incesto. De la misma manera que nada asegura, por ejemplo, que una pareja de personas nacidas con gametos donados no sean biológicamente hermanos, tampoco se asegura que una pareja con diferencia de edad no tenga relaciones de filiación genética. Aunque quizás remota, esta posibilidad abre una puerta a fantasías que podrían dañar psicológicamente a un individuo o empeorar un problema ya existente. De esta manera, la vulnerabilidad de la figura del donante quedaría signada por tres factores: primero, por el hecho de que reciba una remuneración, segundo, por la pretensión de invisibilidad de su función y, por ultimo, por su exposición y abandono a fantasías dudosamente saludables. Además, y no menos importante, se viola su derecho a la identidad familiar genética, no permitiéndole indagar en su posible descendencia, pero este tema se tratará con más profundidad en el apartado que sigue. El niño: el sujeto sin voz En las discusiones sobre donación de gametos hay una voz que aún no se ha hecho escuchar. El niño o, mejor, la persona nacida fruto de gametos donados es, quizás, el actor más vulnerable de de los nombrados hasta ahora. Indefenso, sin voz ni capacidad de decisión, el niño requiere un compromiso por parte de todos: el de anticiparnos a su reclamo, el de velar por sus intereses. Los derechos fundamentales del niño engendrado están escasa o nulamente contemplados en las leyes. El interés y la seguridad del menor no priman por sobre los derechos de las personas que acuden a la donación para satisfacer su “deseo de hijo”. Siguiendo la lógica de la mercantilización de la reproducción, al menos antes de su nacimiento, el niño – producto es tratado como objeto transable, intercambiable. Al no estar su derecho debidamente contemplado en las leyes, no se garantiza, en primer lugar, que el niño no sea discriminado por cuestiones de raza o género. Esto se da por el hecho de que los padres puedan elegir tanto los rasgos físicos como el sexo de quien va a nacer. Tampoco se vela por su salud mental, al no contemplarse los posibles sucesos psicológicamente traumáticos que puedan generar tanto la realidad de un sujeto que se pregunta por su origen biológico (como, por ejemplo, las ya mencionadas fantasías incestuosas), como la situación de inestabilidad social y jurídica. Pero sin lugar a dudas el derecho violado por excelencia en lo que respecta al sujeto por nacer es suderecho a la identidad. Ricardo Oppenheim, describe el derecho a la identidad como “el derecho que tiene todo individuo de conocer el modo en que fue concebido, su carga genética y la posibilidad, en su caso, de identificar y localizar a aquellos que le dieron vida, sea en forma natural o por haber aportado material reproductivo”[6]. El derecho a la identidad de un niño puede violarse de muchas maneras: cambiándole el nombre, la edad, negándole el derecho a conocer su propia historia, sus orígenes… Con la donación anónima de gametos sexuales se viola, primero, el derecho a la identidad genética. Pero, no menos importante, también se viola el derecho a la identidad familiar genética; es decir, el derecho que tendrían los niños y niñas a indagar en la existencia de posibles hermanos biológicos. Esto se aplicaría también al caso de los embriones congelados. Como ya dijimos, los gametos sexuales pueden ser manipulados de tal forma que se pueda determinar el sexo del ser que es concebido. También puede determinarse el sexo del embrión mediante la extracción de una célula, a poco de ser concebido, y cambiar esta por otra para alterar su identidad sexual o invertirla totalmente. En ambos casos, además de lo antedicho respecto de la elección de sexo, se está violando el derecho a la identidad sexual genética. Las normas consienten en este caso un vacío: el de la historia del niño. La historia del niño aparece como historia rota, vacía. Historia que comienza desde cero. El niño nacido de gametos sexuales donados es un niño sin historia genética. Y, lo más importante, es un niño al que se le niega su derecho sobre esa propia historia. Por su lado, tanto los padres como el mismo donante también se ven privados de esos derechos identitarios (conocer la historia familiar genética de sus hijos e indagar en su descendencia, respectivamente), no siendo a nuestro entender un factor importante el hecho del consentimiento informado o el conocimiento a priori de las reglas, dado que debería contemplarse la posibilidad de una decisión o inquietud madurada en el tiempo respecto de estos temas. La forma en la que se están llevando a cabo los procedimientos en reproducción asistida, no el acto en sí sino la manera en la que se lo está tratando económica y jurídicamente, quizás esté poniendo demasiado en juego la dignidad del niño por nacer. “Las cosas – dice Kant – tienen precio, los hombres, dignidad”[7]. La dignidad consiste en ser valioso por sí mismo, y no por relación con otros, y, en consecuencia, en reclamar y obtener un respeto incondicionado. Es la dignidad la que nos protege de la cosificación, de convertirnos en objetos, productos, de tener una existencia instrumentalizada como medio para los deseos de otro… así este otro sean nuestros padres. Un sujeto que no ha nacido no puede hacerse oír. No se trata de hacer nuestra su voz sino de que el día que nazca tenga garantizada, como mínimo, esa dignidad. A modo de conclusión Muchas veces, y este es el caso, el avance científico nos obliga a replantearnos cosas que en otros momentos de la historia se daban por resueltas de forma natural. Perseguida por el mercado, la ética debe anteponerse instalando en la sociedad un debate social informado. Todo lo analizado en este artículo, agregado a una absoluta desigualdad en el acceso a las técnicas de reproducción asistida (que desarma aún más el argumento del altruismo) indica que las prácticas, procesos y normativas que rodean el nacimiento de estos niños y niñas está quizás demasiado atravesado por intereses económicos y de mercado. No se trata aquí de juzgar ni las técnicas ni el mercado en sí, sino de expresar que muchas veces las necesidades del mercado pueden arrasar con otro tipo de imperativos, en este caso de vital importancia. Anteponernos con nuestra ética y nuestros valores a esas necesidades es lo que apremia. Y apremia porque, de no hacerlo, de no reflexionar críticamente y actuar para que las prioridades no sean las mercantiles, será demasiado lo perdido. El derecho a la vida y a la paternidad no es de ninguna manera el derecho a generar vida a cualquier precio. Arrasar con la salud física y mental y la dignidad de donantes y niños, pero también de madres y padres, estamos seguras, no es lo que queremos darnos como sociedad. Si algunos piensan que el ser humano no es bueno por naturaleza, otros pensamos que puede serlo por cultura, modificando a su antojo la vida que se da a sí y a sus congéneres. Asumir el lugar de la crítica es también asumir la intención de esta modificación, que deberá ser profundamente consciente. Bibliografía 1-“La terapia con donación de óvulos se duplica en cinco años al ser necesaria en la fecundación in vitro”. Europa Press, 9 de mayo de 2006. 2-Moya, J. “Una ley gravemente perniciosa”. Marzo, 2006. En: www.speropress.com. 3-Minyerski, N. “Adopción y procreación asistida”. Ponencia para las 1ras Jornadas Nacionales de Bioética y Derecho. Buenos Aires, 2000. En: www.aaba.org.ar/bi170p53.htm 4-Associació Catalana d´Estudis Bioètics (ACEB). Campañas de donación de óvulos (editorial). Junio, 2000. Enwww.aceb.org/editoriales/0600_cs.htm 5-Martinez Sospedra, M. “Los niños terapéuticos”. En: El País, Comunidad Valenciana. 25/5/2004 6-Casado, M. “Reproducción humana asistida: los problemas que suscita desde la bioética y el derecho”. Barcelona, 1997. En:www.bib.uab.es/pub/papers/02102862n53p37.pdf 6-López Moratalla, N. “Las células madre embrionarias no sirven para curar ni para investigar”. En: Revista Alba No. 19. Madrid, enero 2006. 7-Grupo de opinión del Observatori de Bioética y Dret Parc Cientific de Barcelona. “Documento sobre donación de ovocitos”. Barcelona, 2001. En: www.ub.es/fildt/archivos/Ovocitos.pdf 8-Amnistía Internacional. “Mujeres, violencia y salud” (Documento año 2005). En: www.amnesty.org. 9-Médicos del Mundo. “IX Informe sobre Exclusión Social” (Documento año 2004). En: www.medicosdelmundo.org. 10-“La terapia con donación de óvulos se duplica en cinco años al ser necesaria en la fecundación in vitro”. Europa Press, 9 de mayo de 2006. 11-“La terapia con donación de óvulos se ha duplicado en cinco años en España”. Jano on Line, 15 de mayo de 2006. En:www.new.masson.es 12-“España: país favorito de los británicos que buscan donantes de óvulos” Diario de León. 19 de mayo de 2006. En:www.diariodeleon.es. 13-Tristán, R. “España, destino de oro del turismo de fertilidad”. 15 de mayo de 2006. En: www.elmundo.es. 14-“Discurso de la Directora General adjunta en la conferencia sobre la mujer, la migración y la salud”. Barcelona, 9 de Marzo de 2001. En: www.iom.int. 15-Espiño, I. “Las inmigrantes no suelen planificar sus embarazos”. 21 de marzo de 2006. En: www.elmundo.es. 16-Observatorio de desigualdades de género en la salud. Boletín No 8. Enero/marzo 2006. En: www.genero.sespas.es. 17-“Piden fin al tráfico de óvulos humanos”. En: www.salud.com. 19 de mayo de 2006. 18-Idiakez Alkorta, I. “Donación de óvulos”. En: El País, 28 de marzo de 2006. 19-UNESCO. “Declaración internacional sobre los datos genéticos humanos”. En: www.diariomedico.com. 16 de octubre de 2003. 20-Hellermann, C. y Stanek, M. “Estudios sobre la inmigración de Europa Central y Oriental en España y Portugal – Tendencias actuales y propuestas”. Paper del 4to Congreso sobre la Inmigración en España – Ciudadanía y Participación. Girona, noviembre, 2004. 21-“Europa y la inmigración, hoy”. Ensayos Incipe No 5. En: www.incipe.org. 22-Perancho, I y Rodríguez, A. “Reproducción asistida: la oferta de tratamiento que ofrecen los centros españoles es una de las más amplias del mundo”. En: El Mundo No 605. 12 de febrero de 2005. 23-Bernardo Ródenas, S. “Mujer e inmigración”. En: Revista Aequalitas No 6, Junio 2001. 24-Lozano Palacin, C. “La mujer en el año 2000: Igualdad entre géneros y desarrollo y paz para el XXI”. En: Revista ACNUR, Junio 1999. 25-Varela, N. “Feminismo para principiantes”. Ediciones B. Grupo Zeta. Barcelona, 2005. 26-Fuentes, M. “Mujeres y salud desde el sur”. Ed Icaria. Barcelona, mayo 2001.
[1] Carolina Puga es socióloga especializada en migraciones
[2] Cabe recordar que el gran auge de la reproducción asistida
se da en simultaneo con el de la adopción internacional.
[4] También podría pensarse en esta mercantilización respecto
de las grandes sumas de dinero que requiere la adopción hoy día.
[5] Associació Catalana d´Estudis Bioètics (ACEB).
Campañas de donación de óvulos (editorial). Junio 2000. Enhttp://www.aceb.org/editoriales/0600_cs.htm.
[6] Oppenheim, R. ¿De qué hablamos cuando nos referimos
al derecho de identidad en los casos de fecundación humana asistida?. En: Minyerski, N. “Adopción y procreación asistida”. Ponencia para las 1ras Jornadas Nacionales de Bioética y Derecho. En: http://www.aaba.org.ar/bi170p53.htm . Buenos Aires, 2000.
[7] Kant, E. En: Martinez Sospedra, M. “Los niños terapéuticos”.
En: El País, Comunidad Valenciana. 25/5/2004 |